Testimonio Pilar Nores

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En junio de 2011 acompañé a mi amigo Washington a su primera competencia de 6 días, en Antibes, Francia. Era la primera vez que Washington correría 6 días, era la primera vez que un uruguayo correría 6 días.
Cuando, en el invierno de 2010, Washington me dijo que su próximo objetivo, para el 2011, eran los 6 días de Antibes, en Francia, yo ya estaba curada de espanto, ya nada me llamaba la atención. Porque después que empezó a correr, de las carreras de calle de 10 km pasó rápidamente a las maratones, e incluso, a ser pacer en algunas. Ya en julio de 2007, sus amigos lo habíamos visto irse solo, a correr su primera ultra de 50 km, a Cascallares, Argentina. Después fueron las 6 hs en San Pedro y así siguió….60 km, 100 km, 24 hs, 48 hs… Cuando me habló de los 6 días de Antibes, yo sabía que cuando se pone un objetivo, nada lo detiene; si hay alguien que lo acompañe, bien, y si no, se va solo.
Por eso (y porque me entusiasmaba hacer el viaje) cuando me preguntó si lo quería acompañar, para ser su asistente, le dije que sí.
Lo primero que hizo él fui inscribirse: a fin de año, entre saludos y deseos de buen año, me dice: “Me apunté; ya estoy en Antibes; tengo el dorsal 51”. “El 5 de junio próximo, voy a estar en la largada”.

Lo primero que tenía que hacer yo, era encarar la organización del viaje.

“French Ultra Festival d’Antibes… 5 al 11 de juin de 2011”: 6 jours, 72 Hs, 48 Hs
Buscar a Antibes en el mapa, ubicar del estadio junto a Fort Carré, todo recostado al mar; Antibes, una antigua ciudad fortificada, ahora un balneario, que está entre Niza y Cannes, tiene un gran puerto de yates: un lugar paradisíaco y de turismo de elite… ¡Caríiisimo!

Pero todo se fue acomodando. Resolvimos aprovechar a pasar unos días antes de la carrera para conocer y Madrid fue la ciudad elegida. Hacíamos escala ahí de manera que solo se trataba de salir del aeropuerto y volver 6 días después a tomar el vuelo a Niza, el aeropuerto internacional más cercano a Antibes.

Nos hicimos socios de Hostelling International y reservamos lugares en hostales tanto en Madrid primero, como después en Cannes, muy cerca de Antibes.
Pasaríamos 7 días en el predio de la carrera, instalados en una carpa, pero llegaríamos un par de días antes para poder recorrer el lugar, conocer algo e instalarnos . Cannes está muy cerca de Antibes, a solo 7 km: era ideal por eso y porque en esos días nos enteramos que ahí, en Cannes, vivía un conocido, el padre de una compañera de ALCO. Pero mi idea fue que también tuviésemos previstos en el hostal, dos días después de la carrera, antes del vuelo de regreso, porque “¿como vas a estar?” ¿estarás bien como para salir de Antibes derecho al avión?”. Tenía mis dudas, es que me parecía que un esfuerzo tan importante, necesitaría, quizás, un tiempo de descanso. Así que, no muy convencido (porque él sabía que terminaría fenómeno) Washington aceptó esos dos días luego de terminada la carrera. Después, en parte por su buen humor y en parte por tomarme el pelo, a cada rato me salía con la silla de ruedas “ vos tenés que tener los brazos fuertes al regreso“ “y ¿para qué?” “cómo para qué, para poder empujar la silla de ruedas”

Había que preparar, comprar, pedir, buscar, lo que necesitaríamos allá como infraestructura: una carpa, un colchón inflable, sobres de dormir, alargues, adaptadores para las fichas eléctricas…. Y se fue consiguiendo. Lo más manuable lo preparamos acá y metimos en las valijas y la carpa y el colchón inflable se los pedimos a nuestro amigo de Cannes: Herve Berthoin

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Washington se ocupó de comunicarse con el organizador del evento para estar al tanto de qué servicios estaban comprendidos en el pago de la carrera. Y estaba comprendido todo: la inscripción, la mesa de avituallamiento y dos comidas diarias (desayuno y cena), las instalaciones sanitarias con baños y duchas, el servicio médico y de masajista… en fin… todo. Además, habría una carpa comunitaria y catres a los que también tenían derecho los atletas en caso que no tuvieran carpa ni casa rodante ni ningún lugar donde quedarse. Esa carpa no alcanzaba, por supuesto, para todos, pero avisando con tiempo, te iban anotando.

En cuanto al asistente, era necesario inscribirse previamente por la web con los datos personales y aclarando a qué atleta asistiría. Si lo deseaba, previo pago de un ticket, tendría 3 comidas en el día, porque a los asistentes nos servían, además, el almuerzo.

Mientras Washington entrenaba y planificaba su carrera, cuando los preparativos materiales del viaje ya estaban encaminados, yo me seguía preguntando en qué consistiría mi función, mi tarea.
En verdad, desde que empecé a participar de carreras, apareció claro, clarísimo, que junto con los atletas, siempre hay acompañantes, asistentes. El que sin ser corredor, muchas veces te acompaña y te hace el aguante, te tiene el abrigo pronto y el mate caliente en la llegada, o el que, corriendo también, llega antes (porque corre más rápido) y te va a alcanzar, cuando remás los últimos km y se acerca a darte unos gritos de aliento, a contarte cuánto falta realmente, a decirte “venís bien” …..
Claro que en las ultramaratones es diferente la función. Hay que estar más, más cerca, con agua fresca, con una naranja cortada, con un abrigo, con algo de harina, con un alimento salado para ese final, cuando no sabés que querés, pero sí, que algo querés, además del abrazo.
Pero ahora me iba a enfrentar a 6 días de carrera!!!. ¿Cambiaba algo? La cantidad de días ¿cambiaba algo? ¿qué cambiaba?
Yo consultaba y charlaba con cada uno que podía, con cada ultramaratonista y asistente de ultramaratonista (de los pocos que en ese momento conocía) para saber qué tendría que hacer, cuál sería mi función.
Pero no alcanzaba con charlar, era necesario entrar en acción. En noviembre de 2010 había acompañado a Amparo, otra amiga-hermana, a Villa Serrana a una competencia de dos días: el sábado 30 km y el domingo 20 km. Se corría en duplas y se pasaba en el lugar todo el fin de semana. Fue un gran disfrute; el lugar es hermoso y Amparo y Karina (su compañera de dupla) estuvieron muy bien los dos días de carrera.. Venía acumulando experiencia viva… pero faltaba más, nunca había estado, siquiera, en una carrera de 24 hs.

La oportunidad fue San Pedro, la Ultramaraton que, desde 2007, organiza año a año Mario Prado. Así que, en marzo de 2011, fui por primera vez, como asistente de Washington y de Amparo, a una carrera de 24 hs: la Ultramaratón 24 hs de San Pedro. Fue un aprendizaje intenso, todo era nuevo, o casi nuevo. Viví el trabajo de organización de Mario y Patricia, pero también observé el trabajo del equipo de toma tiempos de Mariano y me di cuenta de la urgencia que tienen los atletas por conocer los resultados parciales que, en esos momentos, se conocían cada hora, impresos en una hoja que se colocaba cerca del arco. Trabajo para los asistentes, leer los resultados y darles los datos a los atletas sin que ellos debieran detenerse.
Y también absorbí (casi sin darme cuenta) y aprendí conscientemente, observando a otros atletas y sus asistentes. Y charlé con varios de ellos, escuché sus advertencias y consejos, saqué conclusiones y empecé a digerir ….
Y llegó el día y allá nos fuimos, a una carrera de 6 días, en la que no había ningún otro atleta sudamenricano.
Estuvimos en Madrid 6 días, la semana previa a la carrera. En el entrenamiento de Washington ya esa última semana, era para descansar; caminar sí, pero no seguir sumando y sumando. Y la dieta a seguir esa semana, era de hidratos de carbono. Y lo cumplimos: caminamos muchísimo, conociendo y paseando. Solo un día, se levantó tempranito y se fue al Retiro a hacerse 10 o 15 km… Y la dieta igual: meta pasta, pizza y «bocadillos» de jamón; con decir que estuvimos 6 días en Madrid y no comimos frutos del mar ni chocolate con churros!!!
Llegamos al aeropuerto de Niza el viernes 3 de junio donde nos esperaba Herve que nos llevó hasta Cannes, al hostal que teníamos reservado. La carrera empezaba el domingo 5, así que dejamos el equipaje en el hostal y nos fuimos a Antibes, a conocer el lugar, a pisar y reconocer ese suelo que sería, en menos de 48 hs, el escenario del gran desafío.
El sábado volvimos a ir y ya armamos la carpa. Recuerdo que ese día, hicimos varios intentos de comunicarnos con una pareja de amigos vascos a quienes yo no conocía pero Washington sí.
Un par de años antes, Alfredo, el vasco, había estado en la maratón de Punta del Este justo cuando Washington era pacer en el tiempo que pensaba hacer Alfredo. Y ahí se habían conocido. Y siguieron una relación por internet, de manera que Washington le había contado que estaría en Antibes para los 6 días. Y Alfredo le había dicho que iría con Sole, su compañera, a verlo y asistirlo. Washington quería comunicarse ese sábado, pero no logramos hacerlo. La gran sorpresa la recibimos el domingo. Ya en la mañana (la carrera empezaba a las 4 de la tarde) dejamos el hostal de Cannes y nos fuimos con nuestros pertrechos de carrera a instalarnos en “el circuito”. Y cuando llegamos a la carpa, descubrimos un rollito de papel atado con una cuerda de la carpa. Era una nota que nos habían dejado Alfredo y Sole: ya habían llegado a Antibes!! Y alguien les había dicho que esa era la carpa de Washington.
Y poco después de mediodía, nos encontramos. Ese rato, esas pocas horas antes de la largada de la carrera, estarán siempre presentes en mí. Fueron los primeros pasos de una gran amistad, una amistad con un océano de por medio, pero con corazones juntos, que están, desde ese día, siempre conectados. En esa carrera, Sole y Alfredo estuvieron durante los cuatro primeros días, prestando asistencia y buena onda a Washington y a quien lo necesitase: charlando, haciendo de intérpretes, ayudando en lo que fuera … ESTANDO.
Y el domingo, a las 4 de la tarde, se largó la carrera. Como Washington me había dicho seis meses antes, él estaba ahí, en la largada. Y yo al costado, con todo el público y los asistentes, sacando fotos.
Y empezó mi trabajo de asistente!!. Ya habíamos estado en la charla previa: ambos, atleta y asistente y habíamos captado lo fundamental: cada uno sabía por dónde podía y por dónde no podía andar.
La vida, en esos 6 días de la carrera de Antibes, será para otro relato.
Ahora quiero detenerme en lo que significó ser la asistente de Washington en el “French Ultra Festival d’Antibes… 5 al 11 de juin de 2011”.
Significó tener las medias secas, en realidad toda la ropa tenía que estar seca, por eso ¡¡0j0!! Si llueve hay que retirar los bolsos de las paredes de la carpa, para que no se moje todo. Y llovió, de tardecita, varios días, y algunos con viento y todo.
Pero también significó ESTAR, ACOMPAÑAR …. Y hacer algunas cosas … como …
“¿Querés mate?” “ Bueno, dale, en un rato, empezate uno”. Ser asistente era, en ese caso, ir a conseguir agua caliente.
“Ya van a servir la cena, son casi las 7”. Ser asistente era, en ese caso, recordarle que, al pasar por la carpa, tomase el ticket correspondiente.
“Cuánto vas a dormir? A qué hora te llamo?” Ahí, la función era despertarlo a la hora que él me había dicho que lo hiciera. Y si haraganeaba, insistir. Un día lo dejé dormir más de lo que él había planeado y después me dijo que no, que no lo volviera a hacer, que insistiera.
“Hay comunicados!!!” Al asistente le daban la hoja con los comunicados que llegaban via internet para cada atleta. Parece raro hoy pero, hace 7 años, las comunicaciones eran muy caras y la organización tenía previsto que los amigos escribiesen mensajes para los atletas en determinada parte del sitio de la carrera. Luego ellos, una vez por día, lo imprimían y entregaban al asistente para que se lo hiciese llegar al atleta.
“Tenés una llamada!!“ Teníamos un celular con roaming. Y recibía llamadas de Uruguay y también las hacía. El celular casi siempre lo tenía yo y se lo alcanzaba cuando recibía llamadas.
“Comí tal cosa y tal otra y tomé 3 vasos de agua”. Se propuso anotar todo lo que comía y bebía. Yo era la encargada de anotar. Y me lo decía, si estábamos cerca, o me lo gritaba, si se había olvidado y ya estábamos lejos.
“Averiguá a que hora viene hoy el masajista”. Era averiguar la hora prevista y después estar al alpiste, ver si había llegado, si había varios atletas para atenderse, y contarle.
“Hay que abrigarse, Washi, mirá que ya refrescó bastante” A veces el atleta no se da cuenta que, aunque esté corriendo y produciendo calor, igual es necesario agregar un abrigo, cuando hubo lluvia y viento… Y había que recordárselo.
“Cuántos km llevo?” Había un cartel electrónico donde, cada 10 minutos, aparecían las posiciones de todos los atletas. Pero había que detenerse a mirarlo. Por eso, muchas veces era función mía, fijarme y decírselo. Otras veces se detenía él mismo, a leer y descansar un rato.
Y así, corriendo 1.025 metros en cada vuelta, en un circuito pegado al mar Mediterráneo que daba la posibilidad de estar en la playa y darse una zambullida con solo caminar unos metros, conviviendo con atletas de distintos países, invitando con mate a todos con quienes hablaba, bailando y cantando cuplés de murgas frente a la camarita fija que captó toda la carrera durante los 6 días, así llego el último día de carrera …. Y a Washington le faltaba bastante para cumplir su segundo objetivo.
El primero había sido terminar la carrera; lo estaba logrando. El segundo era llegar a los 500 km; para cumplirlo, faltaba….
Y empezó a darle y darle, desde la madrugada, a ver si lo lograba. Cuando la gran mayoría de los atletas ya tenían todo resuelto, cuando caminaban por ese circuito ya felices de su hazaña y se envolvían en sus banderas y bromeaban entre ellos, ya distendidos…. Washington corría lo más que podía, a ver si llegaba a los 500 km.
Mientras el organizador de la prueba se casaba (porque hasta eso tuvimos, casamiento del organizador en ese último sábado) mientras se preparaba la fiesta final …. Washington corría y corría -por ratos- como no lo había hecho en los días anteriores.
Y llegó: 501 km y metros…. Parecía mentira. Y la tarea del asistente, en esas horas, fue alcanzarle agua de la mesa, conseguirle una Coca Cola, tener prontos los alimentos salados que siempre precisa al final, mirar reiteradamente el cartel donde aparecían las posiciones y los km recorridos…. Y avisarle “Ya está Washi, ya está … llegaste”.
Fue y sigue siendo, una de esas experiencias que te marcan, que te dan emociones fuertes a cada rato, que cuando las vivís casi no podés creer que lo estés viviendo y luego, cuando las recordás, es como si estuvieses ahí, ahora, en ese lugar, con los sonidos, los colores, los abrazos … con las montañas a lo lejos y un montón de nuevos amigos cerca.
Salú por Antibes 2011!!, por el protagonista, mi amigo Washington Sauda, y también por Herve, Sole y Alfredo, por Aurelio, por Xabier y por todos los amigos nuevos que hicimos!!!

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